En la reflexión anterior expuse mi intuición sobre la necesidad de convertir la violencia deribada del coraje ciudadano en una acción ética justificable.
Después de escribir la reflexión, saltó a mi entendimiento la pregunta: ¿Cómo hacer o qué hacer para encaminar dicha acción? Ya daba una pista «la violencia simbólica». Al respecto, el argumento que desarrolla Ernesto Laclau en su libro Hegemonía y estrategia socialista es el de observar las protestas y encontrar las equivalencias surgidas en los diferentes grupos y movimientos sociales. Equivalencias que pueden convertirse en la estrategia actual frente al orden establecido, el cual es opresor y unívoco.
Digo esto porque bien sabemos que el poder político no tiene entre sus opciones la de distribuir el poder. La casta política es «todopoderosa», como si el orden simbólico no pudiera ser cambiado. Actualmente dicho orden establecido tiene tintes de religión, dado que el poder político, por lo menos en México, está centralizado y ejercido por unos «cuantos elegidos» como dioses olímpicos: ajenos al mundo y actuando en él a su antojo y sin responsabilidad.
En México la ciudadanía se ha alzado en protestas, en gritos, marchas y críticas a un orden político que ya está dando sus últimos respiros. Sin embargo, considero que aún no estamos listos para responder a aquélla pregunta leniniana de qué hacer. Ya hemos actuado mucho. Mi respuesta provicional es que lo mejor es esforzarse por pensar y darle cabida a ese coraje desde el pensar.
Se aproximan tiempos oscuros y con ello la necesidad de tener claro hacia dónde vamos. Encaminar el coraje a través del pensamiento. He ahí una acción ética más concreta. Baste fortalecer la reflexión preguntando, aunque no tengamos respuestas.
Ahora bien, la pregunta de difícil contestación y que a muchos y muchas les causa extrañeza y repulsa es: ¿Existe a quién o a quiénes seguir en este país en donde los y las líderes están en diferentes frentes y movimientos sociales?
Existen otras cuestionantes que merecen igual atención: ¿Qué movimientos serán los que organicen la resistencia? ¿Habrá unidad para hacer frente a la corrupción, la irresponsable actividad del Estado, la indignante actividad de la casta política mexicana? ¿La perspectiva laclauniana de unificar la protesta de los diversos grupos es posible en un país en donde el mismo Estado ha utilizado la división y el separatismo como estrategia política para impedir que la ciudadanía y el pueblo se unan en una misma voz?
Me veo pesimista ante ello, pero algo hay que hacer con ese coraje ciudadano.
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