“BlacKkKlansman”. Un espejo del racismo estadounidense

Miguel Huerta

Introducción. Más allá del thriller

El infiltrado del KKKlan (BlacKkKlansman, 2018) de Spike Lee parece, en la superficie, una increíble historia de suspenso basada en hechos reales: un detective afroamericano y su compañero judío logran infiltrarse en el Ku Klux Klan. Sin embargo, reducirla a un simple thriller sería subestimar su potencial. La película es, en esencia, un tratado social y político filmado, un espejo que Lee nos coloca frente a la cara para interrogarnos sobre la naturaleza del racismo, la performatividad de la identidad y la inquietante vigencia de la historia.

La dialéctica del amo y el esclavo en la línea telefónica

El núcleo de la película es una puesta en escena casi literal de la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo. Ron Stallworth (John David Washington) establece una relación parasitaria con David Duke (Topher Grace), el gran mago del KKK.

Stallworth es el «esclavo» consciente, pues él, desde su posición como un hombre negro en una institución predominantemente blanca (la policía), posee una «conciencia doble». Sabe cómo el mundo lo ve y también sabe cómo el mundo ve a los blancos. Esta conciencia le permite performar la blancura por teléfono, adoptando su lenguaje de odio para ganarse la confianza de Duke.

Por otro lado, Duke se convierte en el «amo» dependiente, ya que depende del reconocimiento de Stallworth (a quien cree blanco) para validar su autoridad y su ideología. La escena donde Duke le dice por teléfono «¡Eres el futuro del Klan, Ron!» es profundamente irónica: el futuro de la supremacía blanca está siendo construido, sin saberlo, por un hombre negro. Stallworth demuestra que la identidad no es una esencia, sino un rol que puede ser interpretado, desafiando la misma base biológica del racismo de Duke.

La performatividad de la raza y la identidad

La película explora la teoría de la performatividad (concepto desarrollado por filósofos como Judith Butler), aplicada a la raza. La identidad no es algo que uno es, sino algo que uno hace a través de actos repetidos.

Ron Stallworth debe realizar una «blancura» convincente a través de la voz. Su éxito no se basa en ser blanco, sino en actuar como los blancos que lo odian.

A su vez, Flip Zimmerman (Adam Driver), el compañero judío de Ron que se infiltra físicamente, debe performar una «masculinidad blanca no-judía» agresiva y racista. Este proceso lo lleva a una crisis existencial. Si puede fingir ser un racista tan convincentemente, ¿qué dice eso de su propia identidad?: «Yo nunca había pensado mucho en ser judío hasta que me puse esta banda», confiesa, mostrando cómo la opresión fuerza una conciencia identitaria.

La banalidad del mal y el ciudadano «común»

Spike Lee evita retratar a los miembros del Klan como monstruos sobrenaturales. En su lugar, nos muestra la banalidad del mal (concepto de Hannah Arendt). Felix, el miembro más radical y desconfiado del Klan local, es un hombre de familia común. Su racismo no es un arrebato filosófico profundo, sino un hábito cotidiano, mezclado con quejas sobre su trabajo y su vida doméstica.

Al humanizarlos (sin simpatizar con ellos), Lee comete un acto subversivo: nos demuestra que el mal radical no siempre tiene una apariencia aterradora. Puede ser tu vecino, el hombre que corta el césped de al lado. Este enfoque es más aterrador que cualquier representación de un monstruo, porque sitúa la amenaza no en un «ellos/ellas» lejano, sino en el tejido mismo de la sociedad «normal».

El dualismo y la lucha interna. ¿Quién define a los «Estados Unidos real»?

La película está estructurada en un dualismo constante que refleja la guerra cultural de Estados Unidos.

En un momento de la película vemos el mitin del KKK contra la reunión de los Panteras Negras. Lee edita estas escenas de forma paralela, mostrando dos visiones de los Estados Unidos radicalmente opuestas y mutuamente excluyentes. Por un lado, la retórica de la pureza y el odio; por el otro, el discurso del orgullo, la autodefensa y la liberación.

También tenemos el discurso de Kwame Ture (Stokely Carmichael). Su discurso sobre la lucha interna («Tu enemigo está justo delante de ti») no es sólo una arenga política; es una tesis filosófica. Habla de la internalización de la opresión y la necesidad de una revolución de la conciencia antes que cualquier cambio político. Ron personifica esta lucha: debe combatir el racismo externo del Klan mientras navega el racismo interno del departamento de policía.

El espejo latinoamericano. El mito del mestizaje vs. la lógica del Klan

Para el público latinoamericano, y en particular el mexicano, BlacKkKlansman ofrece un espejo perturbador pero necesario. Mientras la película expone la lógica binaria y segregacionista del racismo estadounidense, nos obliga a confrontar nuestro propio sistema, uno que no es menos poderoso por ser más sutil y negado. Veamos.

– El racismo de sangre vs. el racismo de pigmento:

  • En la película, el KKK opera bajo la «one-drop rule» (la regla de una sola gota), una lógica de exclusión basada en una supuesta pureza sanguínea. Su objetivo es la segregación y la supremacía explícita.
  • En México y Latinoamérica, el racismo se basa en el colorismo y la pigmentocracia. No se trata de leyes que segreguen, sino de un sistema de jerarquía social donde el valor de una persona aumenta o disminuye según el tono de su piel, sus rasgos caucásicos o indígenas, y su apellido. Es un racismo de gradiente, no de barreras binarias. Mientras el de EE. UU. dice «no puedes estar con nosotros», el nuestro dice «puedes estar cerca, si te ves como nosotros».

– La performancia del poder vs. la performancia del blanqueamiento:

  • En la película Ron Stallworth debe performar la voz de un hombre blanco y racista para sobrevivir y triunfar. En Latinoamérica, el performance es diferente pero igualmente desgarrador.
  • En nuestra realidad latinoamericana la performancia del blanqueamiento no es otra cosa que la presión social e internalizada por «mejorar la raza», por negar nuestras raíces indígenas o afro, por hablar sin «acento de naco», por vestirse y actuar de acuerdo a los cánones de una blanquitud inalcanzable para la mayoría. Es la lógica del sistema de castas colonial que, lejos de haber desaparecido, dicta quién tiene acceso a los puestos de poder, a la riqueza y a la representación mediática.

– El enemigo visible vs. el enemigo íntimo:

  • En la película, el enemigo lleva una capucha blanca. Es identificable, por más que su ideología se esconda en la banalidad.
  • En nuestro contexto, el enemigo es íntimo y estructural. Está en el familiar que nos dice «qué guapo es el niño, parece güerito»; en el anuncio de televisión donde todas las familias son blancas y económicamente estables; en el desprecio velado hacia lo indígena que se disfraza de «folklor». Es la una lógica enfermiza y clasista (tema para abordar en otro momento) que permite al sistema el ascenso individual a quienes se asimilan a la cultura dominante (blanca/mestiza), mientras se mantiene a la mayoría en un estado de subordinación. No es el Klan quemando cruces, es el sistema premiando la piel clara y castigando la morena.

Ver BlacKkKlansman desde Latinoamérica nos muestra que nuestro racismo no es mejor ni más amable. Simplemente es más hipócrita. Mientras Spike Lee denuncia un cáncer visible, en nuestras sociedades el tumor es interno, y la primera línea de defensa es negar que estamos enfermos.

La película, al exponer la brutalidad de un racismo explícito, nos da el vocabulario y el coraje para empezar a nombrar y combatir el nuestro.

Conclusión. El pasado que nunca fue pasado

El golpe maestro de Lee es el final, donde abandona la comodidad de la década de 1970 para golpearnos con el presente. Al mostrar las imágenes reales de la manifestación «Unite the Right» en Charlottesville (2017) y el asesinato de Heather Heyer, la película realiza su argumento más crucial: la historia no es lineal.

La idea del «progreso» como una línea recta que nos aleja del pasado es una ilusión peligrosa. Spike Lee, influenciado por pensadores como Walter Benjamin, nos muestra que el pasado y el presente existen en un estado de constante diálogo, a menudo violento. La cruz en llamas del Klan no es una reliquia; se transformó en las antorchas de Charlottesville. El lenguaje del separatista blanco y de extrema derecha David Duke se recicló en la retórica política del siglo XXI.

BlacKkKlansman no es únicamente una película sobre lo que pasó. Es un espejo que nos obliga a preguntarnos: ¿qué performances raciales seguimos interpretando hoy? ¿Cómo se manifiesta la banalidad del mal en nuestra vida cotidiana? Y, lo más importante, ¿reconoceremos los hilos que unen el pasado con nuestro presente antes de que sea demasiado tarde? La película no ofrece respuestas fáciles, pero su pregunta resuena mucho después de que terminan los créditos: ¿hemos avanzado en igualdad o simplemente hemos cambiado de disfraz?

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