“Punto de quiebre” (1991). La búsqueda de lo auténtico en un mundo de simulacros

Miguel Huerta

Más de tres décadas después de su estreno, Punto de quiebrePoint Break– (1991) sigue siendo mucho más que un thriller de atracos y surf. Es una lente poderosa para examinar una pulsión humana fundamental: la búsqueda desesperada de autenticidad en un mundo que nos ofrece roles prefabricados. La película de Kathryn Bigelow además de mostrarnos una subcultura; nos sumerge en su alma, planteando una pregunta incómoda: ¿qué sucede cuando la filosofía de vida que da sentido a la existencia choca frontalmente con las estructuras de la sociedad?

Bodhi. El último filósofo del mito y el anarquista existencial y político

En Bodhi, el carismático líder interpretado por Patrick Swayze, no vemos a un criminal común. Vemos a un gurú, un místico secular cuyo templo es el océano y cuyos sacramentos son la adrenalina y la relación con su comunidad. Su discurso no es el de un delincuente, sino el de un filósofo existencialista radical. Cuando proclama que «el temor ocasiona indecisión, y la indecisión ocasionará que tus peores temores se hagan realidad», está articulando una versión surfista del concepto de «angustia» (Angst) de Kierkegaard y Heidegger.

Un elemento crucial de Bodhi es, también, el de ser un anarquista práctico. Su lucha no es únicamente existencial, es profundamente política en su rechazo total al Estado y sus instituciones. Más que ser un hippie, criminal o aventurero a ojos de las instituciones, su estilo de vida es un camino hacia el sentido. Los atracos a bancos con máscaras de ex presidentes son un performance de insurgencia simbólica, una burla grotesca al poder político y económico. Él y su tribu no roban por codicia; ejecutan una forma de acción directa para financiar su huida permanente del sistema, materializando el ideal anarquista de una vida autónoma, fuera de las redes de control social como el trabajo asalariado y la propiedad.

Bodhi lo encarna en sus palabras: «No hacemos esto sólo por el dinero. Es una lucha contra el sistema. Ese sistema que anula el espíritu humano. Nosotros combatimos algo… Les demostraremos que el espíritu humano sigue con vida». Su filosofía se alinea con el anarquismo individualista de Max Stirner (1806-1856): la ley del individuo soberano es la única ley, y su única moral es la de su propio deseo de libertad absoluta.

Johnny Utah. La seducción del vacío y la conversión ideológica

El viaje del agente Johnny Utah (Keanu Reeves) es el común de nuestras sociedades (de nosotrxs). Él representa la cultura dominante, la del «deber ser»: la ley, la razón, la carrera, la norma, lo correcto. Es el hombre atrapado en lo que Marx llamaría «alienación», separado de su esencia más auténtica. Al infiltrarse en la subcultura, Utah no sólo cumple una misión; sufre una conversión filosófica y política.

La tensión no es sólo entre el bien y el mal, sino entre dos formas de entender la vida y la autoridad. La cultura dominante ofrece seguridad y orden a cambio de «libertad», pero a costa de nuestro tiempo y habilidades. La subcultura de Bodhi ofrece libertad y sentido a cambio de seguridad, proponiendo una asociación voluntaria basada en un credo compartido, en lugar de una sociedad basada en la coerción estatal.

Utah es seducido porque, en un mundo hiperracionalizado, la promesa de una experiencia directa, intensa y no mediada es irresistible. Al final, cuando destruye su placa, no está simplemente traicionando a la ley; está realizando un acto de deserción simbólica, renunciando a su rol como representante de la autoridad para abrazar la autenticidad radical que ha descubierto.

Las subculturas como islas de sentido en un mar de normas

Punto de quiebre nos enseña que las subculturas no son meros caprichos estéticos. Son sistemas de significado alternativos. Proveen lo que la cultura posmoderna a menudo niega: una comunidad auténtica (Gemeinschaft) que ofrece un vínculo poderoso basado en una pasión compartida y un código de honor, frente al anonimato de la sociedad masificada (Gesellschaft); rituales con significado profundo en una era secularizada y que dotan de un profundo significado existencial; y una ética estética donde la vida se convierte en una obra de arte y filosofía personal, una aplicación práctica de la idea de Friedrich Nietzsche de crear nuestros propios valores. En el caso de los ex presidentes, esta construcción es abiertamente anarquista, una micro-sociedad voluntaria que opera en los márgenes, desafiando la lógica del capital y el estado.

La ola final, un acto definitivo de libertad anarquista

El final de la película es una de las conclusiones más honestas y filosóficamente coherentes del cine, y consagra la visión anarquista. Bodhi no es arrestado. No se le lleva ante un tribunal del sistema que desprecia. En su lugar, se le concede una muerte mitológica, arrojándose a «el swell del siglo» en una tormenta perfecta. Es la victoria final de su credo. Eligió la «ola perfecta» sobre la vida misma, porque para él, una vida sin esos momentos de intensidad pura no era vida en absoluto. Es el acto de libertad supremo y último: escapar definitivamente de las garras del Estado eligiendo su propio fin, en un acto de pura autonomía existencial. El sistema no puede reclamarlo; sólo puede ser testigo de su desaparición en lo sublime.

Nuestra ola y nuestro grupo

En un mundo que nos insta a consumir en lugar de experimentar, a seguir el sinsentido en lugar de crear, Punto de quiebre y la subcultura que representa nos recuerdan que la búsqueda de lo auténtico es, en esencia, una rebelión necesaria que pocas veces nos atrevemos a realizar y que nos cuestiona de una forma inmediata.

¿Estamos viviendo la vida que se espera de nosotrxs, o estamos surfeando, con todo el riesgo que conlleva, hacia nuestro propio y personal «punto de quiebre», tal vez incluso dispuestxs a romper las olas más grandes que el propio sistema nos impone? ¿Hemos encontrado nuestra «tribu» u «ola perfecta», esa actividad o comunidad que nos hace sentir completamente vivxs y auténticxs, incluso al margen de lo establecido?

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